Querido amigo,
Te escribo desde el metro en Londres, tras un desayuno de trabajo de CEOs de la Association of British Insurers con el Financial Secretary to the Treasury (Ministro de Finanzas) británico Mark Hoban.
Sabes a estas alturas que soy bastante anglófilo. Hay aspectos del funcionamiento de este país que me fascinan (aunque me resista desde hace años a vivir permanentemente en él con mi familia). Uno de ellos es que te podría contar hoy lo que ha dicho quién, porque no se aplicó la normas "Chatham House". Cuando antes de una reunión o un evento se advierte que dicha norma aplica, quién dijo qué no será discutido fuera con terceras personas. La norma no tiene efectos legales, solo morales. Da igual. A nadie se le ocurriría romper ese vínculo de confianza de las democracias maduras que nosotros no hemos tenido nunca, ni hemos sabido crear.
No te voy a aburrir con la disertación de Hoban. El es un diputado que trabajó durante 16 años en PWC. Eso ya te dice algo: se sabe los temas y tiene perspectiva de la realidad fuera del coche oficial.
En lo de saberse los temas, creo que algunos de nuestros ministros y cargos públicos se los saben también. La pena es que, como te he comentado en ocasiones anteriores, y a diferencia de Hoban, nadie tenga en la cabeza un plan a cinco o diez años para el futuro y la competitividad de nuestro sistema financiero. A diferencia de los británicos, que toman decisiones sabiendo a donde van, en España, puro tacticismo, las decisiones que se van tomando nos llevarán a alguna parte que desconocemos.
Pero me he animado a escribirte por lo del coche oficial. Salía del desayuno y vi a Hoban y un par de ayudantes en la recepción. Esperaban a un minicab. El Ministro de Finanzas del Reino Unido, el Ministro de la City, se mueve en un taxi monovolumen al que se llama por teléfono para que te venga a recoger y te lleve a un sitio, y es más barato que un taxi normal de los que se paran por la calle.
A veces tengo dificultad en articular por qué soy optimista acerca del futuro de algunos países sobre otros. Hoy, anecdóticamente, lo tengo fácil.
En mitad de una crisis de la que los gobiernos británicos no evitaron hablar, sobre la que adoptaron medidas tempranas durísimas, y de la que se van recuperando, el ministro da ejemplo. Seguro que su departamento puede pagarse un coche y un chófer. Hasta puede que fuera más práctico. Supongo que yo me habría sentido raro con un chófer en la puerta viendo al ministro esperando un taxi, pero lo que el ministro evitó fue sentirse él raro por tener un chófer en la puerta mientras que yo, que le pago el sueldo, y que podría también pagarme un coche con conductor si mi consejo lo considerase oportuno en estos tiempos tan duros, me iba en metro.
He recordado la historia que me contaron hace unas semanas de cómo un grupo de directivos de una caja con problemas se plantó en Manhattan para visitar a un fondo y discutir su posible entrada en el capital de la entidad. La sorpresa de los americanos fue el ejército de españoles que apareció para la reunión, en varias limusinas, desde uno de los hoteles más caros de la ciudad. No invirtieron.
Las democracias antiguas no son perfectas, pero son sabias y conocen la importancia de los gestos en la ética pública, no como máscara, sino como símbolo de unos valores que transmiten integridad y confianza. Algo de lo que nosotros tenemos todavía mucho que aprender.
Un abrazo,
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