Ricardo Muti, director de la orquesta, declaró al "Times":"La ópera se desarrolló normalmente hasta que llegamos al famoso canto"Va pensiero". Inmediatamente sentí que el público se ponía en tensión.Hay cosas que no se pueden describir, pero que uno las siente. Era el silencio del público el que se hacía sentir hasta entonces, pero cuando empezó el "Va Pensiero", el silencio se llenó de verdadero fervor.Se podía sentir la reacción del público ante el lamento de los esclavos que cantan: "Oh patria mía, tan bella y tan perdida."Cuando el coro llegaba a su fin, el público empezó a pedir un bis,mientras gritaba "Viva Italia" y "Viva Verdi".A Muti no le suele gustar hacer un bis en mitad de una representación. Sólo en una ocasión, en la Scala de Milan, en 1986, había aceptado hacer un bis del "Va pensiero"."Yo no quería sólo hacer un bis. Tenía que haber una intención especial para hacerlo" - dijo Muti -.
En un gesto teatral, Muti se dio la vuelta, miró al público y a Berlusconi a la vez, y se oyó que alguien entre el público gritó: "Larga vida a Italia!".
Muti dijo entonces:"Sí, estoy de acuerdo: "Larga vida a Italia", pero yo ya no tengo 30años, he vivido ya mi vida como italiano y he recorrido mucho mundo. Hoy siento vergüenza de lo que sucede en mi país. Accedo, pues, a vuestra petición de un bis del "Va Pensiero". No es sólo por la dicha patriótica que siento, sino porque esta noche, cuando dirigía al Coro que cantó "Ay mi país, bello y perdido" , pensé que si seguimos así, vamos a matar la cultura sobre la cual se construyó la historia de Italia. En tal caso, nuestra patria, estaría de verdad "bella y perdida".
Muchos aplausos, incluidos los de los artistas en escena.Muti prosiguió."Yo he callado durante muchos años. Ahora deberíamos darle sentido a este canto. Les propongo que se unan al coro y que cantemos todos el "Va pensiero"Toda la ópera de Roma se levantó. Y el coro también. Fue un momento mágico. Esa noche no fue solamente una representación de Nabucco,sino también una declaración del teatro de la capital para llamar la atención a los políticos.
En el enlace siguiente se puede vivir ese momento mágico, lleno de emoción
Le respondo:
Querido Eze,
La capacidad de los italianos para la teatralidad, en el mejor sentido, es ilimitada. La comprensión de que el arte y los gestos son una fábula de la vida, o viceversa, viene aquí combinada con su naturaleza de república joven de historia turbulenta. Ya se sabe que en esos casos, donde los símbolos tienen raíces recientes, la exaltación del patriotismo suele tener expresiones más a flor de piel, hasta cuando las hace una audiencia de políticos y funcionarios romanos en lo más parecido a una opera pop como es Nabucco. Los escépticos dirían que si fueran más trabajadores y solidarios, si los que se levantaron a cantar Va Pensiero pagaran sus impuestos, emprendieran más y robaran menos, si fueran más alemanes, vamos, estos gestos serian innecesarios. Pero el mundo se perdería oportunidades sublimes del genio sensible de ese pueblo y su modo apasionado de comprender la existencia.
Te contaré una experiencia personal que me ha recordado esta historia. En la Guerra de Iraq, las ciudades italianas se llenaron de banderas arcoiris de "Pace", con una fuerte contestación a la pequeña presencia de tropas italianas. De nuevo, un escéptico diría que de qué se quejaban, si por una vez le daban a su ejercito la oportunidad de participar en una victoria bélica, al menos de hacerlo sin cambiar de bando en mitad del conflicto. Pero esa no es la historia que te quiero contar.
En esos días, fui invitado por el Alcalde de Milán a una cena que reunió a todas la fuerzas vivas de la Lombardía, que en lo económico es casi como decir la república. Había políticos de todos los colores, banqueros, sindicalistas, empresarios... El día anterior, una bomba de los terroristas contra los que los de Pace no querían que sus tropas lucharan, plantada junto al cuartel general de las tropas italianas había destruido totalmente el edificio, matando a casi veinte soldados, si recuerdo bien.
Antes de que comenzara la cena se tenían que producir los discursos de rigor. El primero fue Luca Cordero di Montezemolo, Presidente de Fiat y de Confindustria, la patronal, que, al comenzar su intervención, recordó a los presentes los sucesos del día anterior. Con su planta aristocrática, Cordero hizo un sentido homenaje a sus soldados muertos. Habló de que, cualquiera que fuera lo que separara a los presentes, incluida la opinión sobre aquella guerra, estaban de luto por sus hermanos, los hijos de su país y lo mejor de su juventud. Entonces pidió un minuto de silencio que se pudo cortar con tijeras. Y, cuando estaba acabando, un conocido sindicalista comenzó a cantar los versos de Mameli: Fratelli d'Italia, Italia se d'ésta... El himno nacional. Se pusieron todos de pie y lo cantaron juntos y a voz en grito. No había trazos de la ironía y la retranca que suele caracterizar a los italianos en sus fingimientos. Pena que entonces los teléfonos no tenían todavía cámaras para que algún hortera hubiese registrado aquello.
Nunca antes, ni después, he presenciado un momento extraordinario como ese en una cena de negocios. Aunque hace unos días estuvo a punto de producirse, también en Italia, cuando se corrió la noticia de que Berlusconi había dimitido y el restaurante estalló en una cerrada ovación. Como si nadie lo hubiese votado nunca. Parecía aquello Libia, con todos los antigaddafistas floreciendo a destra e sinistra. Libia fue una colonia italiana, dada a la tragedia y a la comedia.
En cualquier caso, esto me lleva a la reflexión de que Italia es necesaria en Europa porque uno siempre necesita a un artista en la familia. Aunque no le dejases a cargo del billetero. Necesitamos ingenieros y artistas, alemanes e italianos, como Grecia necesitó a Atenas y a Esparta