“Los dirigentes palestinos eligieron una estrategia: ellos hacen del mártir un espectáculo; ellos envían niños a la muerte y la opinión occidental se conmueve ante la vista de estas víctimas inocentes. LOS LÍDERES PALESTINOS SON A LA GUERRA LO QUE LOS PEDÓFILOS SON AL AMOR. Y que no vengan a decirme que por ser francés y occidental yo no puedo comprender la especificidad oriental de esta cultura del sacrificio...
Me resulta imposible sentirme cerca de un fanático que adhiere a una religión retrógrada, cuyos adeptos queman cines y prohíben la música. Dicen que el Estado de Israel fue levantado con aportes de millonarios como los Rotschild. Más allá de los muchísimos aportes populares, es cierto, pero cuántos multimillonarios árabes existen en el mundo y sólo condenan a los palestinos a la calidad de refugiados.
Yo soy todavía partidario de una paz equilibrada, es decir de la creación de un Estado palestino al lado del Estado de Israel. Al lado y no en lugar de... Esta es toda la cuestión. A todo lo largo del conflicto, tras medio siglo, una cantidad de voces pacifistas o simplemente razonables, se alzaron en Israel. Ellas fueron siempre muy raras del lado palestino y todo pacifista es, en el mundo árabe, antes o después, un hombre muerto. Sin embargo desde la izquierda hacen de Israel el culpable absoluto, el secreto responsable de todos los males del planeta.
Pese a los dogmas de mis viejos camaradas y sus antiguas convicciones, hoy el peor enemigo de los pueblos no es el imperialismo americano, sino las dictaduras políticas, militares o religiosas que se establecieron sobre las ruinas del antiguo colonialismo.”
(*Konopnicki, Guy. La faute des juifs. Réponse à ceux qui nous écrivent tant. Éditions Balland, Paris, 2002)
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