El documento central del Plan para la Inmigración de la Generalitat incluye un capítulo dedicado a la lengua catalana, su promoción y obligación. Y en el total de las 56 páginas, hay 13 referencias a la lengua. Contrastadamente no hay un capítulo específico dedicado al crimen de pareja; es más, ni esa expresión ni ninguna asociada aparecen en el documento.
Los números no dan cuenta tan sólo del grotesco carácter de las políticas nacionalistas; hay algo más y está vinculado con una indecencia general del modo de hacer política en España. El periódico ponía ayer de relieve la indecencia. «Clara, una venezolana de 35 años…» «Jeannettte R.D, una mujer de origen sudamericano.» «El compañero sentimental de la mujer, de origen bosnio, al igual que la víctima.» Obviamente no me habría atrevido a encadenar estas cuentas de sangre si una página atrás y en una vergonzante columna no hubiese aparecido la diacronía: entre 1999 y 2007 murieron asesinadas por sus parejas o exparejas 561 mujeres. El 40 por ciento de las víctimas fueron extranjeras. Un porcentaje aún más espectacular y terrible si se tiene en cuenta que las extranjeras representan el 9 por ciento de la población. Y que aún debería completarse con otras cifras, a buen seguro turbadoras: el porcentaje total de extranjeros vinculados a los crímenes contra españolas y el número de mujeres extranjeras maltratadas y de extranjeros maltratadores. Y sin dejar aparte (¿por qué habría de hacerse?) los crímenes de pareja contra individuos del mismo sexo.
Números muy desagradables, desde cualquier punto de vista, excepto desde uno: la benéfica evolución de la convivencia entre hombres y mujeres autóctonos. Sólo un necio relativismo moral puede empañar esta consideración. Pero los números demuestran algo más urgente que la celebración y es la necesidad de una acción contundente y desacomplejada de los poderes públicos. La intervención no va a hacer que la violencia se evapore. Pero la política, la política que elabora planes sobre la inmigración, no puede seguir imperturbable ante estas cifras. En cualquier otra circunstancia ya estarían llamándole genocidio con su gran bocaza abierta.
Si la intervención no se ha producido hasta ahora en los términos aconsejables es porque el pensamiento correcto y gubernamental teme criminalizar a los inmigrantes. ¡Como si le importara mucho criminalizar con su acción y su léxico al conjunto de varones! ¡Como si los planes lingüisticos no criminalizaran a los inmigrantes, acusándoles del peor crimen de España, que es el crimen de lengua! ¡Cómo si fuera criminalizar a los jóvenes el haber hecho campañas específicas contra los accidentes de tráfico en ese segmento de edad!
El pensamiento correcto muestra a las víctimas su cara más hórrida: antes que criminalizar, mejor el crimen.
(Coda: «Las mujeres inmigrantes protagonizan las noticias relacionadas con la violencia de género, lo que además contribuye a aumentar la criminalización de los varones inmigrantes.» Lola Pérez, ww.aulaintercultural.org.
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